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Fátima Bosch, la nueva Miss Universe 2025: la reina mexicana que ganó en medio de controversias
Un fallo con tintes políticos que despertó la solidaridad.
La noche en que Fátima Bosch alzó la corona de Miss Universe 2025 en Bangkok no fue solo el desenlace de un certamen de belleza. Fue el cierre de una historia atravesada por tensiones, renuncias, acusaciones públicas y una ola de solidaridad internacional que convirtió a la mexicana en símbolo de resistencia dentro de una industria acostumbrada al brillo, pero poco a la confrontación abierta con sus propias sombras.
En el Impact Challenger Hall, en Nonthaburi, a pocos kilómetros de la capital tailandesa, la joven originaria de Tabasco escuchó su nombre como la nueva Miss Universe, sucediendo a la danesa Victoria Kjær Theilvig al término de la 74.ª edición del concurso.
A su alrededor, las luces, la música y el confeti intentaban imponer la narrativa de un espectáculo impecable. Sin embargo, lo que hizo que el momento trascendiera no fue solo la corona, sino todo lo que había ocurrido días antes, lejos de la pasarela, cuando Bosch pasó de concursante a protagonista involuntaria de un escándalo global.
De Teapa a Bangkok: el perfil de una reina inesperada
Antes de que el certamen internacional se convirtiera en tema de debate mundial, Fátima Bosch ya era una figura en ascenso en México. Nacida en Santiago de Teapa, Tabasco, tiene 24–25 años y es licenciada en Diseño de Indumentaria y Moda por la Universidad Iberoamericana.
Completó estudios en la Nuova Accademia di Belle Arti (NABA) de Milán y en el Lyndon Institute de Vermont, Estados Unidos, donde reforzó una formación vinculada a la moda, la creatividad y la sostenibilidad.
Su coronación como Miss Universe México 2025, celebrada en septiembre en Zapopan, Jalisco, la convirtió en la primera tabasqueña en ganar ese título.
En esa final nacional se destacó por un discurso centrado en el empoderamiento femenino, el respeto a los derechos de los niños y la idea de un México donde las mujeres puedan salir sin miedo.
Desde entonces, la organización mexicana y parte de la prensa la proyectaron como una candidata fuerte para la corona universal.
Ya en Tailandia, Bosch se presentó ante el mundo con una narrativa que mezclaba moda y activismo: su formación en diseño la acercó a proyectos de moda responsable y trabajo comunitario, una combinación que encaja en la línea reciente de Miss Universe, que busca perfilar a sus ganadoras como voceras de causas sociales más que como simples reinas de belleza.
El regaño público que encendió la mecha
El punto de quiebre ocurrió en una actividad promocional previa a la final. Durante un evento vinculado a la organización local y a marcas patrocinadoras, el empresario tailandés Nawat Itsaragrisil —vinculado a la industria de los concursos de belleza— reprendió a Bosch en público por no seguir supuestamente las directrices de una sesión de fotos promocional.
La acusó de falta de profesionalismo y la señaló delante de otras concursantes, grabaciones que pronto circularon en redes sociales.
Según los relatos que luego difundieron medios internacionales, Bosch denunció que el trato fue “irrespetuoso” y que se sintió verbalmente agredida.
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La escena no se quedó ahí: un grupo de candidatas decidió abandonar el evento en señal de apoyo a la mexicana, en uno de los gestos de solidaridad más inusuales vistos en la historia reciente de Miss Universe.
La reacción se potenció en redes. Videos del regaño, fragmentos de la discusión y testimonios circulaban en plataformas digitales mientras hashtags de apoyo a Bosch se multiplicaban.
En cuestión de horas, la participante dejó de ser solo “Miss México” para convertirse en el centro de una conversación más amplia sobre límites, abusos de poder y la presión sobre las concursantes en la industria de los certámenes de belleza.
La respuesta de la organización y el respaldo político
La controversia escaló hasta llegar a la cúpula de la Miss Universe Organization (MUO). Su presidente, el empresario mexicano Raúl Rocha Cantú, salió a respaldar públicamente a la concursante, calificando como inaceptable la forma en que había sido tratada y dejando claro que los organizadores locales no podían amenazar la participación de ninguna candidata por defender su integridad.
El conflicto traspasó pronto el ámbito del espectáculo y se convirtió en un asunto de orgullo nacional: la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, expresó su apoyo a Fátima Bosch y celebró su postura firme frente a lo que calificó como un trato injusto.
Ese respaldo político elevó el tema a otro nivel y reforzó la percepción de que el caso ya no era solo una disputa interna del certamen, sino un episodio que tocaba la dignidad de una representante nacional.
Frente a la presión mediática, Nawat Itsaragrisil trató de defenderse en entrevistas locales, y llegó a descalificar la versión de Bosch, a quien acusó de mentir. Sin embargo, la ola de críticas no cedió.
La narrativa dominante, especialmente fuera de Tailandia, terminó presentando a la concursante mexicana como víctima de un acto de humillación pública y como referente de una postura de denuncia frente a excesos del sistema.
Renuncias, sospechas de fraude y la sombra de las apuestas
Mientras el conflicto con Bosch acaparaba la atención, el certamen vivía su propia tormenta interna. Días antes de la final, el empresario franco-libanés Omar Harfouch renunció como jurado, denunciando la existencia de un supuesto “jurado paralelo no autorizado” que habría intervenido en la selección de las finalistas. Según su versión, esa instancia creaba conflictos de interés y minaba la transparencia del proceso.
Su salida fue seguida por la renuncia de otros nombres de peso, entre ellos el exfutbolista Claude Makélélé y la propia presidenta del comité de selección, la princesa Camilla de Borbón de las Dos Sicilias.
La cascada de dimisiones alimentó la percepción de que algo no estaba funcionando dentro del mecanismo de evaluación de Miss Universe 2025.
A la tensión se sumaron informes sobre una investigación policial por presuntos vínculos del certamen con promociones ilegales de casinos y apuestas en Tailandia, lo que colocó a la competencia en el radar de las autoridades locales.
Aunque los detalles de esa indagación aún son limitados, la sola noticia de una pesquisa oficial golpeó la imagen del concurso.
La organización central de Miss Universe reaccionó negando irregularidades en el sistema de elección y defendiendo que todo el proceso se realizó conforme a sus reglas internas, pese a la reorganización del jurado tras las renuncias.
Pero, mientras tanto, en redes y medios se instaló la idea de un Miss Universe 2025 “turbulento”, marcado por la desconfianza y el ruido político y empresarial alrededor de la pasarela.
Una final entre aplausos, dudas y un público dividido
Con ese telón de fondo, la final se celebró la noche del 21 de noviembre en Tailandia. México, Tailandia y otras potencias del universo pageant se disputaban la atención. La representante local, Praveenar Singh, favorita de los anfitriones, llegó al top 5 y finalmente se quedó con el título de primera finalista, mientras la corona recayó en Fátima Bosch.
En la ronda final de preguntas, Bosch fue consultada sobre cómo usaría su título para empoderar a las niñas. Su respuesta giró en torno a la autenticidad y la autoestima: habló de creer en los sueños propios, de no dejar que nadie haga dudar del propio valor y de la importancia de la voz de las mujeres jóvenes.
Esas palabras terminaron de consolidar la imagen que ya se había formado en la opinión pública: la de una reina que no solo había enfrentado la pasarela, sino también una confrontación abierta con figuras de poder del certamen.
El anuncio de su coronación fue recibido con entusiasmo en México, donde la noticia se leyó también como una suerte de “desagravio” tras el episodio del regaño. En redes mexicanas se multiplicaron los mensajes que celebraban no solo la victoria, sino el modo en que Bosch se mantuvo firme durante las semanas de polémica.
Sin embargo, en el plano internacional la reacción fue más matizada. Desde países cuyos representantes no avanzaron al cuadro final surgieron comentarios críticos y teorías de favoritismo, alimentadas por el contexto de renuncias en el jurado y por la alta carga emocional que rodeó la figura de Bosch tras la polémica con la organización tailandesa.
El internet se dividió entre quienes veían en la mexicana a una justa ganadora y quienes sospechaban que la ola de apoyo que generó el escándalo pudo influir en el resultado.}
La carga simbólica de un triunfo
Más allá de las suspicacias, el triunfo de Fátima Bosch sumó un nuevo capítulo a la historia de México en Miss Universe. Con su coronación, el país añade una nueva reina a su lista de títulos en el certamen, reforzando su peso en el mapa global de los concursos de belleza.
Pero esta victoria llega con una carga simbólica distinta: la de una Miss Universe que asciende al trono tras haber sido públicamente cuestionada, defendida por la organización internacional, respaldada por la presidencia de su país y arropada por otras concursantes. Esa secuencia convierte su figura en un espejo incómodo para el propio sistema que la coronó.
En sus primeras declaraciones tras la final, Bosch insistió en la idea de transformar la imagen del concurso y usar el título para amplificar las voces de las mujeres, especialmente aquellas que han sido silenciadas o maltratadas.
El mensaje se leyó como una respuesta directa a lo vivido semanas antes y como una promesa de que, al menos desde el discurso, la nueva Miss Universe no ignorará el contexto marcado por su propio caso.
Un futuro entre el activismo y la presión del espectáculo
El desafío que enfrenta ahora Fátima Bosch es doble. Por un lado, deberá responder a la expectativa clásica: una agenda saturada de viajes, campañas, entrevistas, apariciones en eventos de moda y causas humanitarias.
Por otro, cargará con la responsabilidad de representar a una generación que exige más transparencia y respeto en una industria que, pese a su retórica de empoderamiento, sigue enfrentando acusaciones de sexismo, explotación y opacidad.
La investigación de las autoridades tailandesas sobre el entorno del certamen, las quejas de exjurados por supuestas irregularidades y las críticas sobre la forma en que se gestiona el poder dentro de Miss Universe serán parte del contexto en el que la mexicana tendrá que moverse durante su reinado.
Si consigue transformar el escándalo que la rodeó en un punto de partida para discutir condiciones laborales, respeto y límites dentro de los concursos de belleza, su año como Miss Universe podría trascender más allá de las fotos oficiales.
Si no, la coronación de Bangkok corre el riesgo de quedar archivada como una edición más en la larga lista de certámenes manchados por sus propias controversias.
Por ahora, la imagen que recorre el mundo es la de una joven mexicana, con corona y banda, rodeada de compañeras que corren a abrazarla en el escenario tailandés.
Es la postal de un triunfo, pero también el recordatorio de que, detrás de las luces y los vestidos de gala, Miss Universe 2025 dejó al descubierto las tensiones de una industria que se dice renovada, pero que sigue debatiéndose entre el espectáculo y la necesidad urgente de cambiar desde adentro.
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