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La historia del joven detenido en Ocaña que decapitó palomas con los dientes: indignación y proceso judicial

Ronald Trigos, el joven que mataba palomas en plazas públicas a la cárcel y en evaluación psicológica.

capturado hombre que decapitaba palomas con los dientes
Por Agencia Periodismo Investigativo | Dom, 21/09/2025 - 12:26 Créditos: Ronald Stiven Trigos, capturado por maltrato animal agravado - Imagen de Policía

En la Plazoleta 29 de Mayo, un espacio frecuentado por transeúntes, comerciantes y familias en Ocaña, Norte de Santander, el ambiente matutino del lunes 15 de septiembre fue abruptamente interrumpido por una escena que dejó atónitos a los presentes.

Entre bancas, adoquines y palomares, un joven —desaliñado, agresivo, fuera de sí— escalaba la estructura metálica que alberga decenas de aves urbanas, las atrapaba con sus manos y, con una frialdad inexplicable, les arrancaba la cabeza con sus propios dientes.

Quienes pasaban por el lugar detuvieron su marcha, algunos con gritos de alerta, otros con la mirada paralizada por el desconcierto.

Uno de ellos, telefoneando a la Policía, apenas podía articular lo que estaba viendo. No era el crimen lo que más chocaba —aunque eso por sí solo bastaba—, sino la forma: visceral, instintiva, casi ritual. Era como si la escena escapara a toda lógica humana.

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Ronald Stiven Trigos Rodríguez, de apenas 21 años, fue capturado minutos después cuando intentó huir tras ser confrontado por agentes que acudieron tras la denuncia.

No llegó lejos: fue interceptado a escasos metros del lugar y conducido a la estación de Policía, aún con restos de sangre en su ropa.

Durante la audiencia de legalización de captura, el fiscal del caso le imputó el delito de “muerte a animal agravada”, amparado en las disposiciones del Código Penal colombiano que sancionan la crueldad animal.

Aunque Trigos no aceptó los cargos, el juez que conoció el caso consideró que existía riesgo para la comunidad y ordenó su detención preventiva en centro carcelario mientras se adelanta el proceso.

Sin embargo, más allá del acto mismo, lo que inquieta a las autoridades y a los ciudadanos de Ocaña es la dimensión del fenómeno. No se trataba, al parecer, de un episodio aislado.

Según varios vecinos del sector, Trigos ya había sido visto anteriormente rondando los palomares del parque San Francisco —ubicado a pocas cuadras de donde ocurrió su detención—. En ocasiones, contaron, se subía a las estructuras con movimientos sigilosos, como un cazador urbano en plena urbe.

Videos grabados por ciudadanos semanas antes lo muestran —o muestran a alguien con rasgos similares: camiseta morada, pantalón gris, complexión delgada— trepando las jaulas urbanas con la aparente intención de capturar palomas.

Aunque en esas ocasiones no fue sorprendido en flagrancia, la aparición de aves muertas y decapitadas en distintos puntos del casco urbano dio pie a que las autoridades consideraran la posibilidad de una conducta reincidente.

Los psicólogos forenses que fueron asignados al caso por solicitud de la Fiscalía han comenzado a revisar el expediente con especial atención.

La escena no solo plantea preguntas sobre la salud mental de Trigos, sino que también obliga a las instituciones judiciales a profundizar en el análisis de la violencia urbana cuando esta se expresa contra animales. No es solo una infracción de la ley: es un síntoma.

De momento, la comunidad exige respuestas. Organizaciones defensoras de los derechos de los animales han elevado su voz en redes sociales, pidiendo no solo sanciones ejemplarizantes, sino también vigilancia permanente en zonas verdes, donde estas situaciones puedan repetirse sin intervención oportuna.

En la misma línea, líderes barriales han solicitado mayor presencia institucional en espacios públicos que, como la Plazoleta 29 de Mayo, funcionan como epicentro de convivencia, pero también como escenarios potenciales de conflicto.

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