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Por qué María Corina Machado recibe el Nobel de Paz 2025: su labor en la transición democrática en Venezuela


Las razones y el camino que la llevaron de la persecución interna al máximo reconocimiento internacional.

Ceremonia de entrega del Nobel de la Paz 2025 a Maria Corina Machado
Por Agencia Periodismo Investigativo | Mié, 10/12/2025 - 07:23 Créditos: Ceremonia de entrega del Nobel de la Paz 2025 a Maria Corina Machado. Tomada de transmisión de ceremonia de entrega del Nobel de Paz

Cuando el Comité Noruego del Nobel anunció, el 10 de octubre de 2025, que el Premio Nobel de la Paz sería para María Corina Machado, no solo colocó el foco sobre una dirigente de la oposición venezolana, sino que convirtió en hecho histórico una trayectoria política tejida durante más de dos décadas en medio de persecución, proscripciones y vigilancia estatal.

La decisión, según la propia comunicación oficial del comité, recae en una “campeona valiente y comprometida de la paz” que mantuvo “encendida la llama de la democracia” en un país sumido en crisis humanitaria y autoritarismo.

La formulación más precisa de las razones está en el propio fallo. El Comité Noruego afirma que concede el Nobel de Paz a Machado “por su trabajo incansable en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.

Esa frase resume tres ejes que articulan la trayectoria de la dirigente: defensa sostenida de libertades políticas, liderazgo en la reorganización de la oposición y apuesta insistente por una salida no violenta, incluso en un contexto de represión y cierre de espacios institucionales.

La escena que rodea la entrega del premio refuerza el contenido político del galardón. Machado, sometida desde hace años a prohibiciones de salida del país y objeto de procesos judiciales, no ha podido acudir a la ceremonia en Oslo por motivos de seguridad y por su condición de dirigente perseguida, según explicaron tanto el Instituto Nobel como agencias internacionales.

En su lugar, es su hija quien recibe el reconocimiento y pronuncia el discurso, un gesto que subraya el riesgo personal que implica hoy oponerse al gobierno de Nicolás Maduro y que conecta con otras historias recientes de laureados ausentes, detenidos o exiliados.

El Nobel llega, además, tras un ciclo político particularmente tenso. En 2024, Machado se consolidó como figura central de la oposición al ganar de forma contundente las primarias opositoras para las elecciones presidenciales.

Sin embargo, el régimen bloqueó su candidatura mediante inhabilitaciones y decisiones judiciales, y la obligó a apoyar a otro aspirante, Edmundo González Urrutia, alrededor de quien se intentó reagrupar el descontento.

Ana Corina Machado, hija de Maria Corina Machado. Crédito: tomado de la ceremonia de entrega.

 

Lejos de retirarse, la dirigente apostó por convertir aquella elección en un ejercicio de movilización cívica: cientos de miles de voluntarios, formados como observadores, se distribuyeron por los centros de votación para documentar actas y evitar, hasta donde fuera posible, la manipulación de resultados.
Ese punto es clave en la narrativa del Nobel.

El comunicado del Comité destaca cómo la oposición venezolana, articulada en torno a ese liderazgo, apostó por “herramientas de democracia” –observación electoral, documentación de actas, denuncias públicas– para demostrar que el bloque opositor había obtenido una victoria clara en las urnas, aunque el gobierno no reconociera el resultado y se mantuviera en el poder.

En un año en el que, como subraya el mismo texto, se realizaron elecciones en múltiples países con estándares menguantes de transparencia, la experiencia venezolana se convierte en ejemplo de resistencia cívica ante un aparato estatal decidido a conservar el control.

Lea también: (María Corina Machado viaja a Oslo, pero no asistirá a la ceremonia del Nobel de la Paz)

Para entender por qué Machado encarna esa resistencia, hay que retroceder a su trabajo previo. Ingeniera industrial, con formación en finanzas, su entrada en la vida pública se produjo a través de organizaciones ciudadanas.

Fue cofundadora de Súmate, una plataforma surgida a comienzos de los años 2000 para vigilar la transparencia de los procesos electorales, acompañar el referendo revocatorio contra Hugo Chávez y promover la participación ciudadana.

Desde entonces, la relación con el poder fue de confrontación abierta. El gobierno chavista la señaló, la acusó de conspiración y la presentó como representante de una élite económica contraria al proyecto bolivariano, al tiempo que la organización se convirtió en una referencia para quienes denunciaban manipulación del sistema electoral.

Su paso por la Asamblea Nacional, a partir de 2011, consolidó esa imagen de oposición frontal. Machado fue una de las voces más constantes en la denuncia de violaciones a los derechos humanos, la cooptación del Poder Judicial y la concentración de facultades en el Ejecutivo.

La respuesta del chavismo fue acelerar su marginación institucional: en 2014 perdió el escaño, después de que el Tribunal Supremo y la mayoría oficialista la despojaran de su investidura.

A partir de entonces, su espacio se desplazó a la calle, a la articulación de movimientos y, con el tiempo, a la construcción de un liderazgo que se movería entre la militancia partidista –con Vente Venezuela– y la representación de un sector amplio del descontento.

Cuando el Nobel habla de “valentía civil extraordinaria”, se refiere a ese historial de confrontación en un país donde la protesta puede terminar en prisión, tortura o exilio.

Ayuntamiento de Oslo (Oslo City Hall), en Noruega. Crédito: tomado de la ceremonia de entrega.

 

Machado ha sufrido agresiones físicas, hostigamiento de grupos armados afines al gobierno, procesos por presuntos delitos políticos y restricciones constantes a su movilidad.

Pese a ello, mantuvo una presencia activa en el territorio, en campañas, asambleas y giras por regiones periféricas, incluso durante momentos de fuerte represión, como los ciclos de protestas de 2014 y 2017.

En los últimos años, el cerco se estrechó hasta obligarla a vivir en la clandestinidad, situación que se mantiene al momento de la entrega del Nobel, según relatan diversas crónicas internacionales.

El Comité Noruego subraya un segundo elemento: la capacidad de Machado para convertirse en figura de cohesión de una oposición fragmentada.

El comunicado señala que ella ha sido una “figura unificadora clave” en un campo opositor que durante años estuvo cruzado por divisiones estratégicas y personales, y que solo encontró terreno común en la reivindicación de elecciones libres y un gobierno representativo.

Ese rol se hizo visible durante las primarias opositoras, donde su victoria se interpretó como un mandato político para desafiar las reglas impuestas por el chavismo y marcar una ruta de desconocimiento a las inhabilitaciones, al tiempo que obligaba al resto de dirigentes a alinearse en torno a una estrategia más coherente.

El tercer elemento es la insistencia en una transición pacífica, incluso cuando el discurso público se endurecía y la frustración social aumentaba.

La trayectoria de Machado ha estado marcada por un rechazo explícito a la militarización de la vida política y a la idea de una salida armada, pese a presiones internas y externas para evaluar opciones de fuerza.

El Comité Noruego lo sintetiza al afirmar que ella “nunca ha vacilado en resistir la militarización de la sociedad venezolana” y que ha sido firme en apoyar una transición pacífica.

Esa posición cobra relevancia en un país con una prolongada crisis económica, presencia de grupos armados, deterioro de instituciones y millones de desplazados y migrantes.

El Nobel también se apoya en el impacto regional y simbólico de su caso. En la antesala de la ceremonia, distintos jefes de Estado de América Latina –entre ellos los presidentes de Argentina, Panamá, Paraguay y Ecuador– viajaron a Oslo para acompañar la entrega, configurando una imagen de respaldo regional a la causa democrática venezolana.

Ese cuadro refuerza la lectura de que el premio no solo reconoce una trayectoria individual, sino que envía un mensaje a gobiernos y sociedades de la región: la lucha por instituciones democráticas y elecciones abiertas sigue siendo un criterio central en la definición de la paz contemporánea.

Antes del Nobel, la dirigente ya acumulaba reconocimientos internacionales que prefiguraban este desenlace.

En 2024 recibió el Premio Václav Havel de Derechos Humanos y el Premio Sájarov del Parlamento Europeo –compartido con otros líderes opositores– por representar a los venezolanos que reclaman democracia, y en 2025 fue incluida en la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time.

Esa secuencia consolidó su proyección global y colocó el caso venezolano en el centro de debates sobre autoritarismo, sanciones, migración y futuro de la democracia en América Latina.

El galardón no está exento de controversias. Machado se define como liberal en lo económico y aboga por privatizaciones y defensa rígida de la propiedad privada, tesis que ha desarrollado en un “manifiesto de libertad” para una Venezuela post-Maduro, alabado por algunos como hoja de ruta democrática y cuestionado por otros por su énfasis en el mercado.

Jørgen Watne Frydnes, el presidente del Comité Noruego del Nobel. Crédito: tomado de la ceremonia de entrega.

 

También ha expresado un respaldo abierto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien calificó como figura clave en la presión internacional contra Maduro y a quien llegó a dedicar parte del premio en declaraciones públicas, un gesto que ha generado críticas de sectores que consideran que politiza aún más el Nobel y lo alinea con una agenda geopolítica específica.

Sin embargo, el Comité Noruego ha insistido históricamente en que el galardón se concentra en acciones concretas relacionadas con la paz y los derechos humanos, no en la totalidad de las posiciones políticas de la persona premiada.

En este caso, la decisión se funda en tres criterios que, a juicio del Comité, Machado cumple: haber unificado a la oposición, haber rechazado la militarización de la sociedad y haber sostenido una estrategia de transición pacífica.

La crítica y el respaldo conviven en el debate público, pero el argumento central del Nobel se mantiene anclado en la dimensión cívica de su actuación.

En Venezuela, el impacto del anuncio se proyecta sobre una sociedad exhausta. El país ha pasado de ser una economía petrolera con niveles razonables de bienestar a una nación con pobreza generalizada, colapso de servicios, deterioro de infraestructura y una diáspora que supera los siete millones de personas, según datos citados por el propio comunicado del Nobel.

La represión, la manipulación electoral y el uso del sistema judicial contra disidentes han reducido los márgenes de acción interna, y en ese contexto el reconocimiento internacional a una figura de la oposición adquiere el carácter de gesto político dirigido tanto al gobierno como a la sociedad venezolana.

El Nobel de Paz 2025, por tanto, no se explica solo por la biografía de María Corina Machado, sino por la confluencia de tres elementos que la convierten en símbolo: una trayectoria prolongada de defensa de derechos y elecciones libres, un liderazgo que reorganiza a la oposición en torno a una estrategia cívica y un contexto de cierre autoritario frente al cual se insiste en la vía pacífica.

Al elegirla, el Comité Noruego envía también un mensaje más amplio: la democracia, entendida como voto libre, separación de poderes y respeto a las libertades fundamentales, sigue siendo un componente esencial de la paz en el siglo XXI.

En Oslo, la silla vacía de Machado, ocupada por su hija en el acto de entrega, cristaliza esa tensión entre reconocimiento y riesgo.

El premio la consagra como referente de la lucha democrática, pero no disipa el peligro que afrontan quienes en Venezuela confrontan al poder.

Tal vez por eso el comunicado concluye con una idea que sintetiza el sentido del galardón: las herramientas de la democracia –la palabra, el voto, la organización ciudadana– son también herramientas de paz.

En esa intersección, entre una ciudadanía que documenta actas electorales a contrarreloj y un régimen que se aferra al poder, se sitúan las razones de fondo por las cuales María Corina Machado recibe el Nobel de la Paz.

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