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Esthercita Forero en su natalicio: la voz que convirtió a Barranquilla en canción

Cumpliría 106 años este miércoles. El legado de la artista que cautivó a un país.

Esthercita
Por Agencia Periodismo Investigativo | Mié, 10/12/2025 - 16:44 Créditos: Foto: suministrada / Esthercita Forero, la "novia" de Barranquilla

La historia de la música del Caribe colombiano no puede contarse sin detenerse en la figura de Esther Forero Celis, conocida universalmente como Esthercita Forero.

Su nombre se volvió sinónimo de nostalgia, carnaval, tambores y viaje. Nacida el 10 de diciembre de 1919 en Barranquilla, creció en un entorno familiar modesto, marcado por dificultades económicas y por una herencia musical que empezó a forjarse antes de que pudiera comprenderla.

La prensa de la época registró que, a los cuatro años, su madre la motivaba a cantar frente a pequeños públicos, en presentaciones caseras donde ya anunciaba un temperamento artístico que, poco a poco, encontraría forma y rumbo.

Su debut formal llegó temprano. Con apenas 14 años, se presentó en la emisora La Voz de Barranquilla, donde la radio —el medio más influyente para los artistas en los años treinta— amplificó su voz y la acercó a un público más amplio.

En una etapa en la que la industria musical nacional estaba dando sus primeros pasos, Esthercita logró hacerse un espacio gracias a la potencia de su interpretación y a su manera de llevar la tradición costeña sin artificios.

Para cuando tenía 18 años, ya recorría escenarios en Bogotá y en otras ciudades del país, invitada a programas radiales en los que sobresalía por su timbre dulce y por su intuición musical.

El país comenzaba a descubrir a una joven con un talento particular para convertir vivencias cotidianas en melodías memorables.

Sin embargo, fue la internacionalización de su carrera lo que transformó su destino y la consolidó como una de las primeras embajadoras culturales de Colombia.

En 1942, emprendió una gira que inició en Panamá, acompañada del pianista Avelino Muñoz, y que continuó por Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela.

Crédito: archivo particular / Esthercita Forero, monumento en Barranquilla

 

Su paso por la región coincidió con un momento de efervescencia musical en el Caribe, donde la rumba, el bolero, el son y la cumbia comenzaban a cruzar fronteras.

Durante esos viajes, Esthercita absorbió ritmos, escenarios y experiencias que terminaron integrándose a su estilo. En La Habana grabó, actuó en radio y compartió tarima con artistas de renombre.

En Nueva York, registró temas influenciados por fusiones caribeñas y se conectó con sellos musicales que la llevaron a públicos hispanos. Su voz se convirtió en símbolo de una Colombia que pocas veces estaba presente en la escena internacional.

Era la representación de un país tropical, alegre, con raíces musicales profundas, aunque todavía desconocidas para gran parte del continente.

A pesar de aquella proyección, su vínculo más fuerte siempre fue con su ciudad. Cada regreso a Barranquilla era un acto de reafirmación, una manera de reconstruir su identidad a partir de la memoria del barrio, de las calles polvorientas y del río.

En 1959, tras casi dos décadas viajando, decidió volver de forma definitiva. Su carrera internacional había sido exitosa, pero un deseo más íntimo comenzaba a crecer: dedicar su trabajo al reconocimiento de sus raíces.

Ese retorno abrió una etapa nueva. Barranquilla, transformada por los cambios urbanos y por la expansión económica, necesitaba reencontrarse con sus tradiciones.

El carnaval, aunque vigente, había perdido uno de sus desfiles más significativos: una celebración nocturna que en décadas pasadas recorría las calles con cumbiambas, velas y música tradicional.

Esthercita retomó esa memoria perdida y comenzó una campaña para devolverle a la ciudad un evento que reflejara su esencia. 

En 1974, logró consolidar oficialmente La Guacherna, que desde entonces se convirtió en uno de los actos principales del Carnaval de Barranquilla.

Su contribución no fue solo musical: también fue de gestión cultural. Esthercita impulsó procesos comunitarios, promovió encuentros folclóricos y convocó a músicos barriales.

A la vez, plasmó esa identidad en canciones que se convirtieron en himnos locales. “La Guacherna”, “Mi vieja Barranquilla”, “Tambores de Carnaval” y “Volvió Juanita” forman parte de un repertorio que supera las 500 composiciones y que recoge la nostalgia del migrante, la celebración popular, la memoria urbana y la cotidianidad costeña.

En 1975, publicó uno de sus trabajos más importantes: Érase una vez en La Arenosa, un disco en el que narró la historia, los valores y la estética barranquillera.

La producción se convirtió en una pieza fundamental para la construcción del imaginario de la ciudad. La Arenosa encontró en su voz un espejo en el que reconocerse.

Su impacto trascendió el ámbito musical. Esthercita se convirtió en un referente femenino en un entorno dominado por hombres.

En una época en la que pocas mujeres lograban consolidarse en la música tropical, ella no solo alcanzó notoriedad, sino que viajó, grabó, dirigió orquestas y promovió proyectos culturales.

Su trayectoria abrió caminos a intérpretes y compositoras posteriores, y su presencia pública contribuyó a ampliar las posibilidades artísticas para las mujeres en la región.

La última etapa de su vida estuvo acompañada de homenajes y reconocimientos. El Ministerio de Cultura la declaró Emérita de la Cultura Colombiana en 1998.

Recibió distinciones de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, del Congreso de la República y de entidades culturales caribeñas. Su figura se consolidó como símbolo de identidad, tradición y memoria afectiva para la ciudad.

Esthercita Forero falleció el 3 de junio de 2011 en Barranquilla, a los 91 años. Su despedida movilizó a músicos, gestores culturales, familias barranquilleras y autoridades municipales.

Las emisoras reprodujeron durante semanas sus canciones más emblemáticas, mientras en los barrios se realizaron homenajes espontáneos, comparsas y encuentros musicales.

Su muerte cerró un capítulo fundamental en la historia del folclor costeño, pero también abrió una etapa de relectura de su obra y de valoración de su influencia en la identidad cultural del Caribe colombiano.

Hoy, al cumplirse un nuevo aniversario de su natalicio, su legado sigue vigente. Sus canciones continúan sonando en carnavales, en emisoras locales, en fiestas familiares y en calles que aún recuerdan su paso.

La Guacherna, que cada año convoca a miles de personas, es quizá la prueba más visible de su trascendencia: una celebración que reafirma la memoria de la ciudad y que mantiene viva una tradición que ella rescató del olvido.

Recordarla es también reconocer su papel como pionera en la internacionalización de la música colombiana.

Décadas antes de que otros ritmos caribeños del país alcanzaran notoriedad mundial, ella ya cantaba en teatros extranjeros y difundía los sonidos del litoral. 

Su obra permite entender cómo Barranquilla se convirtió en un punto crucial de intercambio musical, donde confluyeron influencias antillanas, africanas y continentales.

La voz de Esthercita permanece asociada a la nostalgia por la ciudad que cambia, al amor por la tierra natal y al sentido de pertenencia que caracteriza a los barranquilleros. En cada aniversario de su nacimiento, su figura convoca reflexión y memoria.

La cultura musical de la Costa no sería la misma sin su presencia, sin sus canciones que narraron a una Barranquilla íntima, alegre y, a la vez, melancólica.

Esthercita Forero fue una artista que convirtió su ciudad en melodía. Una mujer que construyó identidad a través de la música.

Un puente entre generaciones y un referente estético cuya influencia perdura. Recordarla hoy es comprender que su legado no se limita a los años en que vivió, sino que continúa vivo en cada tambor que suena en los carnavales, en cada farola de La Guacherna y en cada barranquillero que reconoce en sus canciones un fragmento de sí mismo.

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