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Fernando Rodríguez Mondragón: de hijo de jefe del Cartel de Cali a traficante de aletas de tiburón

Se reveló su participación en la matanza de más de 1.000 tiburones al mes en el Pacífico colombiano.

pesca de tiburones
Por Agencia Periodismo Investigativo | Mar, 20/02/2024 - 21:05 Créditos: Imagen tomada de El Tiempo

Una red de caza de tiburones, dirigida por el hijo de un exnarcotraficante, fue desmantelada tras una investigación que reveló su participación en la matanza de más de 1.000 tiburones al mes en el Pacífico colombiano. 

El individuo, conocido como 'Fernando', se encargaba de comercializar las aletas, las cuales eran exportadas ilegalmente a Asia, donde alcanzaban precios exorbitantes, alimentando así un lucrativo mercado negro. 

Estas operaciones clandestinas eran coordinadas desde Buenaventura hasta Roldanillo, Valle del Cauca, donde se recibían los cargamentos para su posterior procesamiento y envío.

Las aletas, sometidas a un proceso de "blanqueo", eran preparadas para su transporte fuera del país, evadiendo los controles aduaneros a través de empresas de carga internacionales. 

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Aunque a los pescadores locales se les pagaba una cantidad mínima por las aletas, la red las vendía a precios desorbitantes, llegando hasta los $600.000, dependiendo del tamaño y especie del tiburón. 

En Asia, estas aletas son codiciadas para la elaboración de sopas exclusivas, accesibles solo para personas adineradas.

Tras casi seis años de investigación, las autoridades lograron capturar a Fernando Rodríguez Mondragón, considerado el mayor traficante de aletas de tiburón, junto con otros cuatro cómplices. 

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La Armada Nacional ha incautado más de 20 toneladas en el Pacífico colombiano en los últimos meses y sigue realizando operaciones para interceptar estos cargamentos ilegales.

A pesar de las acciones de las autoridades, para muchos pescadores de Buenaventura, la caza de tiburones representa la única alternativa para sobrevivir en la región, una actividad que ha sido parte de su sustento durante generaciones. 

A pesar de la controversia, continúan cazando estos animales, con el tiburón martillo como el preferido, vendiendo las aletas a las pesqueras locales por montos que oscilan entre los $25.000 y $30.000. Sin embargo, el proceso de cortar las aletas y devolver los tiburones al océano para que mueran es considerado especialmente cruel.

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