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Miss Universo en crisis: así estalló la polémica por palabras de directivo a Miss México y la rebelión que siguió
Las candidatas de Latinoamérica protestaron, patrocinadores en vilo. Concurso en el ojo del huracán.
En la habitación de un hotel de Bangkok, el murmullo habitual de una reunión técnica se convirtió en la escena más incómoda que ha vivido Miss Universo en años.
Delante de decenas de concursantes, el empresario tailandés Nawat Itsaragrisil —presidente de Miss Grand International y figura clave del andamiaje local que acompaña la organización del certamen en Tailandia— increpó a Fátima Bosch, Miss México 2025.
Le reprochó, con micrófono en mano, que no estuviera publicando contenido sobre el país anfitrión y, en cuestión de segundos, el tono subió hasta el insulto: “tonta”.
Acto seguido, pidió a seguridad que la retiraran del recinto. Varios delegados y candidatas se levantaron y abandonaron la sala en solidaridad. El episodio, transmitido en directo en Facebook, se propagó como pólvora en redes y medios.
La secuencia —que incluye el momento en que Itsaragrisil interrumpe a Bosch y exige que “se sienten” quienes quieran continuar en el concurso— quedó registrada en los videos del “sashing” (imposición de bandas) y fue confirmada testigos que reconstruyeron el diálogo y la orden de desalojarla con seguridad.
Afuera del salón, Bosch y dijo que el trato había sido “inaceptable”: “Somos mujeres empoderadas y esta es una plataforma para usar nuestra voz. Nadie podrá callar mi voz”.
En cuestión de minutos, el apoyo del público fue visible: a su salida del hotel, simpatizantes la ovacionaron a gritos de “México, México”.
Lo que pudo haber sido un rifirrafe más de la maquinaria de eventos se convirtió en un punto de quiebre.
La entonces Miss Universe 2024, Victoria Kjær Theilvig, abandonó la sala y respaldó a Bosch en sus redes: “Esto es sobre los derechos de las mujeres… degradar a otra chica está más allá de lo irrespetuoso”.
Varias concursantes siguieron el gesto y la salida colectiva quedó también registrada.
La organización central de Miss Universo reaccionó ese mismo día. En una declaración pública, el MUO reafirmó “los más altos estándares de respeto, seguridad e integridad” y anunció el desplazamiento a Tailandia de una “delegación de alto nivel” encabezada por su CEO, Mario Búcaro, para “coordinar esfuerzos, garantizar un entorno seguro y profesional para todas las delegadas” y mantener la agenda prevista de la 74.ª edición (con final programada para el 21 de noviembre).
El comunicado no solo reconoció la gravedad del episodio, sino que buscó estabilizar el cronograma y mandar una señal de control de daños.
Mientras crecía la presión pública, Itsaragrisil grabó un mensaje en vivo disculpándose. Atribuyó su comportamiento a la “presión” del evento, aseguró que “jamás” quiso faltar al respeto y dijo haber presentado disculpas al resto de las candidatas que estaban en la sala.
Versiones recogieron además su explicación de fondo: fricciones por contenidos promocionales, dinámicas de votación no autorizadas y renuencias de algunas delegadas a participar en grabaciones para patrocinadores.
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La disculpa no apagó la discusión, pero sí ancló una narrativa de “malentendido” frente a la oleada de críticas.
En México, la organización nacional respaldó de inmediato a su representante y calificó de “inaceptable” lo ocurrido.
Reportes hicieron eco de los videos y de la ola de apoyo a la concursante mexicana. El episodio, al estar documentado en transmisiones y publicaciones abiertas, redujo el margen para lecturas ambiguas: hubo un regaño público, un insulto explícito, una orden de seguridad en pleno acto y una respuesta de protesta organizada por parte de candidatas y una Miss Universo en ejercicio.
Más allá de la anécdota, la “crisis Bosch” destapó tensiones estructurales de los certámenes modernos: el choque entre las exigencias comerciales (exposición, contenidos para redes, activaciones con patrocinadores) y el discurso de empoderamiento que las franquicias han abrazado.
En Bangkok, esa contradicción quedó frente a cámara: una autoridad local que pretende imponer disciplina publicitaria y una candidata que reclama trato digno y límites a la humillación pública.
Que la respuesta corporativa haya sido enviar al CEO y prometer “coordinación” y “entorno seguro” habla del riesgo reputacional que leyó el MUO en un ciclo informativo donde el video crudo pesa más que cualquier nota de prensa.
La coyuntura, además, añade presión deportiva: Miss Universo es, cifras en mano, uno de los espectáculos globales con mayor visibilidad digital, y la edición 74 debía avanzar sin más fisuras rumbo a su final del 21 de noviembre en Tailandia. Tras el incidente, Bosch fue reincorporada a la agenda —como confirmaron crónicas y videos— y el foco se desplazó desde la logística del evento a un debate mayor sobre protocolos, límites y cultura organizacional.
Si Miss Universo insiste en una narrativa de “diversidad, empoderamiento e inclusión”, escenas como la de Bangkok obligan a un replanteo serio de la relación entre franquicias locales, socios comerciales y el trato cotidiano a las delegadas.
El caso ofrece tres certezas comprobables: (1) hubo un agravio público con insulto y gesto de expulsión; (2) se produjo una desobediencia organizada de concursantes —liderada por la Miss Universo vigente— como forma de censura simbólica a una autoridad; y (3) la organización central intervino al máximo nivel, con presencia ejecutiva in situ y promesa de investigación interna, para evitar que la polémica contaminara la competencia.
Todo lo demás —explicaciones sobre la “presión”, versiones sobre dinámicas de promoción o supuestas votaciones paralelas— se moverá en el terreno de las responsabilidades administrativas y la política de franquicias. Pero el juicio público ya quedó fijado en imágenes.
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