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José María Acevedo, fundador de Haceb, murió a los 106 años: historia del aprendiz que encendió la industria paisa
Dejó un legado empresarial imborrable y un ejemplo de trabajo y honestidad para las generaciones de antes y de ahora.
La noticia se confirmó entrada la noche de este lunes: don José María Acevedo Alzate, fundador de Haceb y uno de los referentes de la empresa antioqueña del siglo XX y XXI, murió en Medellín a los 106 años.
La propia compañía y los principales colaboradores describieron la despedida de un hombre que, durante décadas, caminó con paso lento pero mirada atenta por los pasillos de la planta en Copacabana, preguntando por piezas, prototipos y tiempos de producción.
Fue el último acto de una vida larga, ligada a la cultura del trabajo y a la idea de que la industria puede ser un proyecto de país.
Nació el 2 de agosto de 1919 en Medellín, en una casa humilde del barrio Enciso. Su educación formal llegó hasta primaria. A los 16 años, empujado por la curiosidad, empezó a estudiar electricidad por correspondencia y se ganó la vida como mensajero y reparador.
Aquellas primeras encomiendas —llevar piezas, entender fallas, devolver aparatos que volvían a funcionar— le enseñaron algo simple y determinante: en la reparación había conocimiento y, en el conocimiento, la posibilidad de fabricar.
El 14 de noviembre de 1940 abrió el Taller Eléctrico Medellín, un local arrendado de 25 metros cuadrados a pocos pasos del Palacio Municipal. Empezó reparando parrillas y fogones; la Segunda Guerra Mundial, con su escasez de importaciones, convirtió ese oficio en oportunidad: si no llegaban piezas ni equipos, había que hacerlos.
Del destornillador se pasó a la resistencia, de la resistencia al prototipo, del prototipo a la primera línea de estufas. Así, el taller se volvió empresa y la empresa, más tarde, fábrica.
La marca Haceb tardó poco en convertirse en un nombre familiar. En los años sesenta, ya con estructura industrial, la compañía presentó su primera nevera (1967) y comenzó a diversificar: estufas más complejas, lavadoras, calentadores.
El salto no fue solo tecnológico: significó aprender a abastecer proveedores, a estandarizar procesos, a vender servicio técnico y a competir con multinacionales que llegaban al país.
Un legado
Fue en esa década cuando la casa matriz se consolidó en el norte del Valle de Aburrá, donde hoy funciona el complejo industrial de Copacabana.
Mucho antes de que la palabra “cultura” se pegara a “organizacional”, Acevedo insistía en dos hábitos que repetían los operarios: revisar y mejorar. No le gustaban las cosas “de papel”; prefería las pruebas al calor de la línea.
Lo contaba sin alardes: “empecé solo; después incorporé a mis hermanos”. Ese método —corregir lo que fallaba y agregar lo que hacía falta— ayudó a que Haceb se convirtiera en proveedora de millones de hogares y en una escuela de oficios técnicos para generaciones de antioqueños.
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Hacia el cambio de siglo, la empresa ya era un actor mayor del mercado de electrodomésticos en Colombia, con presencia en refrigeración, cocción, lavado y climatización, y con ventas en más de 20 países.
En 2021, cifras reportadas a la Supersociedades hablaban de ingresos superiores a $1,2 billones; en 2025, balances de prensa y obituarios la ubican con más de 3.500 trabajadores y una capacidad de producción anual que supera los 2,5 millones de unidades sobre un parque industrial de más de 300.000 m².
Detrás de esos números hubo una decisión sostenida: fabricar local, formar talento y apostar por la posventa como ventaja competitiva.
El lunes 27 de octubre, la familia Haceb —como la llaman puertas adentro— emitió un comunicado: “con inmensa tristeza informamos el fallecimiento de nuestro fundador…”. Antioquia entera reaccionó: el “decano de la industria paisa” partía dejando un estilo de liderazgo sobrio, cercano al piso de fábrica y exigente con el detalle.
En Medellín no fue solo un empresario: fue un modo de entender la empresa como proyecto colectivo, con énfasis en personas, oficio y orgullo por lo bien hecho.
Los hitos que lo cuentan
— Del garaje a la línea de montaje (1940–1955). Reparación, fabricación de resistencias y primeras estufas, en medio de las restricciones de la guerra. La empresa aprende a suplir lo que no llegaba del exterior.
— La era del frío (1967). Nace la primera nevera “hecha en Colombia”, tras desarmar modelos importados para entenderlos pieza a pieza.
— Copacabana como casa. Crece el complejo industrial y la compañía asume el servicio técnico y la logística como parte de su valor.
— Escala y sostenibilidad. En la última década, la marca acelera en recirculación de materiales y mantenimiento posventa, manteniendo su huella como fabricante nacional relevante.
Una despedida con herencia
Su muerte, confirmada por la empresa y por medios nacionales la noche del lunes 27, cierra el ciclo de un centenario que celebró sus 100 años entre obreros, ingenieros y diseñadores que lo vieron, aún entonces, revisar prototipos con una lupa de relojero.
Acevedo personifica la historia de un país que levantó industria desde el oficio, apostó por el aprendizaje técnico y entendió que la calidad también es un relato nacional. Su legado queda en los equipos que encienden cocinas y enfrían neveras, y en una cultura de fábrica que convirtió a un taller de 25 m² en una empresa que hoy muchos colombianos consideran propia.
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